martes, 12 de agosto de 2025

El alma según los pueblos semitas antiguos.



Crónica de un viajero entre mundos

Por Tata Moshe, Mano Izquierda

He caminado por sendas que no conocen pies humanos, y he visto horizontes que no se dibujan en ningún mapa terrestre. El viaje no empezó en el cielo ni en la tierra, sino en un punto invisible dentro de mí: la chispa que recuerda su origen.

El alma y sus cinco vestiduras

Nefesh fue mi primera estación. Es como un manantial oculto que brota en la sangre, caliente y constante. Allí palpita la fuerza de los músculos y el hambre de vivir. Sus paisajes son rojos y terrosos, con ríos que fluyen como arterias, llevando el sustento a cada rincón del cuerpo.

De ese suelo vital surgió el Ruaj, el viento que habla. Es un valle abierto donde soplan corrientes que llevan palabras, risas, cantos y también suspiros. Aquí el aire huele a incienso y sal marina. Es el territorio donde las emociones levantan y derriban ciudades interiores.

Más arriba encontré la Neshamá, la brisa que no se ve pero que refresca el espíritu. Es un jardín suspendido sobre nubes, donde cada hoja susurra un nombre de Dios. Allí no hay prisas; solo un silencio vivo que te abraza y te recuerda que eres más que carne y hueso.

La Jaya fue distinta: no se entra en ella, ella te rodea. Es un halo dorado que se extiende como el amanecer, iluminando incluso antes de que abras los ojos. Es la luz que roza lo eterno y que apenas podemos sostener.

Y en lo más alto, la Yejidá, donde ya no hay “yo” ni “tú”, sino un solo latido. Allí no hay paisajes porque no hay distancia: todo está fundido en una claridad sin forma, un océano de luz que no empieza ni termina.


---

Los cinco mundos

El alma no flota sola: se mueve entre cinco mundos que son como capas de realidad.

Asiyá: la tierra más densa, el reino donde la materia pesa y la luz se esconde tras formas. Sus montañas están hechas de hábitos, y cruzarlas es trabajo diario.

Yetzirá: un cielo de corrientes invisibles, poblado por estructuras de energía que vibran como cuerdas tensas. Aquí la voluntad empieza a moldear la realidad.

Beriyá: la región de las ideas puras, donde las formas no son físicas sino principios. Es un reino de claridad donde cada cosa sabe para qué existe.

Atzilut: un mar de fuego suave, donde todo arde sin consumirse. No hay separación aquí: todo lo que es, es parte de todo.

Adam Kadmón: el horizonte original, donde la luz fluye como un río sin cauce. Aquí no hay arriba ni abajo: solo emanación directa del Infinito.



---

El Árbol y sus diez ramas

Entre cada mundo y cada nivel del alma hay puentes hechos de Diez Sefirot, columnas de luz que se levantan como torres y se inclinan como ramas de un árbol cósmico:

Keter: la corona distante que toca lo infinito.

Jojmá: el relámpago de una idea pura.

Biná: el vientre que la gesta y le da forma.

Da’at: el conocimiento que une lo pensado con lo vivido.

Jesed: el río de bondad que todo lo expande.

Gevurá: la montaña firme que contiene y define.

Tiferet: el equilibrio que da belleza al conjunto.

Netzaj: la victoria que avanza sin descanso.

Hod: la gloria que reconoce y agradece.

Yesod: el puente que conecta cielo y tierra.

Maljut: el trono que recibe y distribuye la luz.



---

Los Heijalot: los palacios del cielo

En el ascenso, descubrí que cada mundo tiene puertas y salones, llamados Heijalot, donde la luz adopta formas que el alma puede reconocer.

Heijal Livnat HaSapir: la piedra azul donde Maljut y Yesod se abrazan, como cimiento y trono.

Heijal Etzem HaShamayim: un cielo pulido donde resplandece Hod, y el alma aprende la gratitud y el reconocimiento.

Heijal Noga: el brillo de Netzaj, la persistencia que no se rinde hasta conquistar la eternidad.

Heijal Ratzón: el salón del querer puro, donde Tiferet equilibra misericordia y juicio.

Heijal Zejut: la cámara de Gevurá, donde el rigor es llave y no muro.

Heijal Ahavá: el recinto de Jesed, donde el amor se expande como luz de mediodía.

Kodesh Kodashim: el Santo de los Santos, donde Keter, Jojmá y Biná brillan unidos, y la luz no tiene sombra.



---

La Merkavá: carroza del alma

El viajero que atraviesa estos palacios se convierte en Merkavá, carroza viva que lleva la luz divina a los mundos. No es un vehículo de ruedas, sino de conciencia. Cada parte del cuerpo se alinea con una sefirá, y al armonizarlas, el alma asciende como fuego que sube por un altar.

El ascenso no es lineal: se viaja entre respiraciones, entre palabras del rezo, entre actos de bondad. La subida es la siembra; la bajada, la cosecha. Y cuando la luz recogida desciende de nuevo, se convierte en sustento para los mundos inferiores y en medicina para el corazón humano.


---

El regreso

Al final, comprendí que este viaje no es para huir del mundo, sino para volver a él con las manos llenas. La meta no es quedarse en la cima, sino traer la lluvia de arriba para regar la tierra de abajo. La verdadera victoria del alma es esta: subir para todos, y regresar con la capacidad de encenderlos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

ESPIRITUALISMO MARIANO TRINITARIO VS ESPIRITISMO CRUZADO

* De los Golpes de Hydesville al Templo Trinitario: Crónica del Espiritismo en América Latina *  Por Tata Moshe Mano Izquierda -...