sábado, 26 de julio de 2025

En aguas rebeldes: afrodescendientes, piratería y resistencia en el Caribe continental

En aguas rebeldes: afrodescendientes, piratería y resistencia en el Caribe continental

Por Tata Moshe Mano Izquierda

Las costas de Campeche, Yucatán y Belice fueron durante los siglos XVII y XVIII un hervidero de intereses imperiales, rutas clandestinas y saqueos sin tregua. Pero detrás de cada historia de pólvora y oro, hubo también cadenas rotas, cuerpos negros fugados y memorias ocultas en las mareas. Este es un relato desde las orillas menos narradas: la participación de los afrodescendientes en la historia de la piratería y la esclavitud en el Caribe continental.

Campeche: la ciudad que ardió en saqueos

Campeche fue una joya estratégica para la Corona española por su producción de palo de tinte. Pero también fue blanco constante de ataques piratas. En 1633, un corsario afrodescendiente llamado Diego “el Mulato”, exesclavo cubano, participó en un feroz ataque junto al holandés Cornelius Jol. Saquearon la ciudad y sembraron el terror, desnudando la vulnerabilidad de las colonias españolas.

Años después, en 1663, los ingleses Christopher Myngs y Edward Mansvelt lideraron uno de los mayores saqueos del siglo. Con más de mil hombres y 14 navíos, arrasaron Campeche, robaron armas, alimentos y esclavos, y partieron dejando una ciudad devastada. Fue a partir de estos ataques que se levantaron las famosas murallas que hoy rodean el centro histórico.

Yucatán: esclavitud en tierra firme

Lejos de las batallas navales, la esclavitud africana en Yucatán fue brutal y sistemática. Desde el siglo XVI, llegaron miles de personas esclavizadas, muchas transportadas desde La Habana o Veracruz. En Mérida ya se registraban cofradías afrodescendientes desde 1580. Hacia el siglo XVIII, comunidades negras y mulatas poblaban los obrajes, haciendas y zonas costeras.

Durante el periodo del Asiento de Negros, Inglaterra obtuvo el derecho legal de introducir esclavos a territorios españoles. Muchos desembarcaron en Campeche. En 1779, tras un conflicto en el Cayo de Belice, al menos 30 esclavos capturados fueron vendidos en Campeche, y posteriormente reexportados a Cuba.

Belice: enclave pirata y esclavista

Mientras España intentaba mantener el control del istmo, Inglaterra usaba Belice como refugio para corsarios y traficantes. Los llamados "Baymen" —colonos británicos que combinaban el comercio de madera con piratería— formaron sus asentamientos en la costa. En esas tierras también se establecieron personas esclavizadas, traídas para cortar caoba y defender los enclaves ingleses ante el ataque español.

Belice fue también territorio de rebeliones y escape. Varios afrodescendientes se unieron a los grupos garífunas o crearon comunidades propias tras liberarse. La batalla de St. George’s Caye en 1798, donde esclavos lucharon junto a los ingleses contra los españoles, simboliza la complejidad de estas alianzas: libertad prometida a cambio de fidelidad armada.

Piratería, esclavitud y resistencia compartida

Aunque la piratería no fue un movimiento negro, sí implicó a muchos afrodescendientes. Algunos fueron esclavizados por piratas; otros se integraron como tripulantes y luchadores. La figura de Diego el Mulato representa esa grieta en el sistema colonial: un esclavo convertido en corsario, un hombre que combatió al imperio que lo había esclavizado.

Las costas de Campeche, Yucatán y Belice no solo vieron pasar galeones. Vieron resistencias, fugas, comunidades cimarronas, alianzas imprevistas y memorias negras ancladas en tierra y mar. Allí, la piratería y la esclavitud se cruzaron no como enemigos absolutos, sino como fuerzas que, a veces, compartieron barcos, botines y rebeliones.

Conclusión

La historia de los afrodescendientes en el Caribe continental no se limita a cadenas. Es también una historia de navegación, astucia, armas robadas y alianzas inesperadas. Donde hubo fuego de cañón, también hubo esperanza de libertad. Y en cada saqueo, una puerta se abría —aunque fuera por instantes— a la posibilidad de vida digna más allá de la esclavitud.


jueves, 3 de julio de 2025

Cofradías Negras en México

Cofradías afrodescendientes en la época colonial

Durante el Virreinato las cofradías de africanos y afrodescendientes fueron numerosas. Se registraron hermandades similares en la Ciudad de México y otros centros novohispanos (Puerto de Veracruz, Valladolid, Parral…). Estas instituciones, aceptadas por la Iglesia católica, generaban redes sociales entre esclavos y libres que les permitían recuperar y recrear elementos identitarios africanos. Ser parte de la cofradía ayudaba a cumplir con los ritos católicos exigidos por la Corona mientras proporcionaba asistencia mutua: “botica, doctor y diez pesos para ayuda de su entierro” a cada cofrade. En consecuencia, promovían sentido de comunidad, conservación de rasgos culturales de origen africano y alianzas espirituales entre los miembros. Las autoridades virreinales, sin embargo, las vigilaban con recelo (se pensaba que podían conectar con revueltas de esclavos) y trataban a veces de limitar su autonomía.

Ciudad de México

En la capital novohispana existieron desde el siglo XVI varias cofradías exclusivas de afromexicanos. Por ejemplo, la Cofradía de San Nicolás de Tolentino se fundó en 1560 en la iglesia de la Santa Veracruz (dedicada a esclavos negros y mulatos). Otra fue la Cofradía de la Coronación de Cristo Nuestro Señor y San Benito de Palermo (fundada hacia 1599 por mulatos morenos). En 1628 se erigió la Cofradía de la Exaltación de la Cruz de los Negros (en la parroquia de la Santa Veracruz) y en 1665 la Cofradía de la Preciosa Sangre de Cristo (en Santa Catalina). Estos colectivos organizaban procesiones litúrgicas (Semana Santa, Corpus, fiestas del santo patrón) en las que los cofrades, a menudo armados de penitencia, acompañaban imágenes religiosas con música (fandango, tambores) tomada de tradiciones africanas. Las hermandades aportaban prestaciones económicas y rituales a sus miembros: pagaban exequias, medicinas o limosnas y constituían un soporte social frente a la marginación.

Veracruz

En el puerto de Veracruz (ciudad) hubo cofradías de origen africano ligadas a las actividades portuarias y del azúcar. Destaca la Cofradía de San Benito de Palermo en Veracruz, donde “negros y mulatos, esclavos y libres, convivieron a través de la adoración a este santo” africano. Estas agrupaciones, integradas por gente de color nacida en África o descendiente, celebraban la fiesta de San Benito (24 de mayo) con procesiones, música de tambor y rituales de tipo marcial. En ellas se combinaba la devoción católica con elementos culturales africanos (por ejemplo, procesiones comunitarias vestidas de manera propia y danzas festivas). Al mismo tiempo, la cofradía garantizaba ayuda mutua: entre sus fines estaba velar por los enfermos y organizar entierros dignos para los cofrades. El núcleo esclavo-liberto veracruzano obtuvo así un espacio de cohesión frente al duro trabajo portuario y azucarero.

Oaxaca (Costa Chica)

En la región de la Costa Chica de Oaxaca (y Guerrero) también perduraron cofradías de afrodescendientes, aunque están menos documentadas. En estas comunidades costeras es característico el culto a la Virgen de la Soledad o San Benito a través de danzas rituales (como “Los Diablos” o “Los Negritos”), tradiciones heredadas del Virreinato. Aunque faltan actas exactas, se sabe que cofradías mixtas de mulatos y pardos organizaban fiestas litúrgicas (novenarios, peregrinaciones, procesiones) añadiendo bailes con máscaras africanas y música de tambor. Estas hermandades rurales cumplían las normas católicas pero también servían para preservar la identidad afromexicana: sus miembros compartían un sentido de comunidad y practicaban elementos culturales propios que se transmitían en la fiesta patronal.

Guerrero (Costa Chica)

En la Costa Chica guerrerense (municipios como Cuajinicuilapa, Tixtla, etc.) existen cofradías muy tradicionales. Por ejemplo, la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad realiza la conocida Danza de los Diablos en noviembre, integrando catolicismo con raíces africanas (las máscaras de diablos remiten a divinidades africanas como “Ruja”). Otro caso son los “Negritos” de Cahuatlán o la Cofradía del Carmen en algunas rancherías, donde en octubre participan jóvenes mulatos danzando para la Virgen del Carmen. En todos estos casos los cofrades –generalmente afroguerrerenses libres– se organizan en cargos, recogen cuotas y ofrecen misa, procesión y bailes populares. El resultado es la creación de un espacio ritual propio: por ejemplo, los danzantes de diablos cantan versos de origen africano durante la procesión, mientras que la hermandad provee asistencia (ayuda económica, alimentos en fiesta) a sus miembros. Esto refrenda un legado cultural y espiritual africano dentro del entorno católico costeño.

Roles y prácticas culturales

En conjunto, las cofradías de negros y mulatos cumplieron roles sociales, económicos, políticos y espirituales clave. Socialmente, reforzaron la solidaridad étnica: sus miembros eran “familia espiritual” que ayudaba al enfermo o pagaba deudos (como menciona Agustín de Vetancurt, se pagaban médicos y entierros). Económicamente actuaron como fondos comunes (caja de ahorro) y otorgaban préstamos o limosnas a integrantes necesitados. Políticamente permitieron cierta representación local de la comunidad negra (los jefes de cofradía podían interceder ante autoridades civiles o eclesiásticas). Espiritualmente, facilitaron el ejercicio del culto católico integrado con rituales africanos: en las fiestas patronales se entonaban canciones de palenque y se tocaban tambores, y los cofrades practicaban costumbres heredadas (procesiones con ritmos sincopados, ofrendas de alimentos especiales, etc.). En suma, las cofradías afromexicanas permitieron cumplir con el cristianismo impuesto por la Corona al tiempo que conservaban una resistencia cultural en danza, música y devoción típicamente afro, creando así un sincretismo único en el México virreinal.

Región Cofradía específica Siglo o año aprox. Composición étnica Santo patrono Función principal

Ciudad de México San Nicolás de Tolentino 1560 Negros esclavos y mulatos San Nicolás de Tolentino Apoyo mutuo (enterros) y devoción comunitaria
Ciudad de México Coronación de Cristo Ntro. Sr. y San Benito 1599 Mulatos (morenos) Cristo Nuestro Señor y San Benito de Palermo Culto compartido y soporte social
Ciudad de México Exaltación de la Cruz de los Negros 1628 Negros (libres/esclavos) Santa Cruz Devoción e identidad de los fieles negros
Ciudad de México Preciosa Sangre de Cristo 1665 Mulatos y pardos Preciosa Sangre de Cristo Fiestas litúrgicas y ayuda económica
Veracruz (Puerto) San Benito de Palermo Siglo XVII Negros y mulatos (libres y esclavos) San Benito de Palermo Celebración patronal afrocultural; apoyo mutuo
Guerrero (Costa Chica) Nuestra Señora de la Soledad (Danza de los Diablos) Siglo XVIII Afroguerrerenses libres Virgen de la Soledad Fiesta con máscaras (diablos); apoyo comunitario
Oaxaca (Costa Chica) Virgen del Carmen (“Los Negritos”) Siglo XVII Afrodescendientes libres Virgen del Carmen Procesión con danzas negritas; ayuda recíproca


Fuentes: Estudios históricos basados en archivos del Archivo General de la Nación y acervos parroquiales muestran estas cofradías y sus rituales. En particular la historiografía reciente detalla fechas de fundación, reglas cofrádales y celebración de cofradías como las arriba mencionadas. Las cofradías conservan registros de ataúdes, libros de cuentas y testamentos que confirman los datos de la tabla.

"Los Hijos del Mar y del Machete: Nación Negra en Centroamérica"



"Los Hijos del Mar y del Machete: Nación Negra en Centroamérica"

Por Tata Moshe Mano Izquierda

I. La Sangre No Se Borra del Mapa

Centroamérica no es sólo una franja de tierra entre dos océanos. Es un corredor donde África replantó su semilla a la fuerza, pero también con dignidad. En las costas, en los pueblos olvidados, en las montañas y en las selvas, viven y luchan comunidades afrodescendientes que fueron traídas encadenadas, pero que hoy hablan, cantan y resisten con el mismo espíritu rebelde de sus ancestros.

No estamos hablando de pasado. Estamos hablando de pueblos vivos, con lengua, con fe, con historia y con dolor también. Luz María Martínez Montiel, con rigor y respeto, nos presenta en este tramo del libro una visión panorámica de los principales grupos afros de Centroamérica. No los menciona como folclore ni como cifra perdida, sino como naciones culturales activas.

II. Garífunas: Pueblo de Mar y Furia

Originarios de la mezcla entre esclavos africanos náufragos y pueblos arawak del Caribe, los Garífunas se instalaron en la costa atlántica de Honduras, Guatemala, Nicaragua y Belice. Para los años en que Martínez Montiel escribe, estima que en Honduras había más de 100,000 garífunas, organizados en alrededor de 47 comunidades a lo largo del litoral norte.

Los garífunas no son sólo “un grupo más”. Son guardianes del tambor sagrado, de la lengua garífuna (una mezcla de arawak, caribe, francés e inglés), de una espiritualidad que honra a los ancestros a través de rituales como el dugú, y de una gastronomía y música que hoy son Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Son un pueblo de diáspora, pero también de retorno espiritual. Fueron exiliados de San Vicente por los británicos, pero sembraron resistencia en cada costa donde desembarcaron.

III. Creoles: Herederos de la lengua y el crisol

En Belice, Nicaragua (especialmente en Bluefields), Costa Rica (Puerto Limón) y Panamá, encontramos a los creoles. Son afrodescendientes angloparlantes, herederos de esclavos traídos por los británicos en los siglos XVII y XVIII. Su lengua es el creole inglés, y su identidad está marcada por la cultura protestante, el trabajo portuario y la educación comunitaria.

En Belice, representaban más del 25% de la población nacional, y su papel en la vida urbana, económica y educativa era clave. En Bluefields (RAAS, Nicaragua), eran una comunidad significativa, muchas veces relegada por el centralismo mestizo del Pacífico nicaragüense.

Los creoles han sido invisibilizados por no hablar español, por tener costumbres distintas, pero han sido también el músculo de los puertos y el alma de la cultura caribeña. Su aporte literario, musical y social sigue siendo ignorado en los discursos oficiales.

IV. Afroantillanos: Canal y Lucha en Panamá

En Panamá, la afrodescendencia tiene dos rostros. El de los descendientes de esclavos coloniales, y el de los afroantillanos, que llegaron principalmente desde Jamaica y Barbados durante la construcción del ferrocarril y del Canal de Panamá.

La autora menciona que para la década de los ochenta, la comunidad afroantillana era una parte sustancial de la población urbana panameña, sobre todo en Colón y la Ciudad de Panamá. Fueron trabajadores, obreros, obreras, pero también forjadores de instituciones educativas y religiosas.

Los afroantillanos fueron discriminados por hablar inglés, por ser protestantes, por ser negros “de nuevo”, pero sin ellos el canal no existiría. Sin su organización comunitaria, su música calipso y su ética de trabajo, la nación panameña no tendría ni base ni alma.

V. Misquitos y Zambos: Fusión Indígena y Africana

Los misquitos, grupo indígena de la Costa Caribe nicaragüense y hondureña, también fueron marcados por la presencia africana. De ahí surgieron los zambos misquitos, una mezcla profunda entre cultura indígena y herencia negra. Este mestizaje no fue solo biológico, sino también cosmogónico.

Luz María Martínez Montiel muestra que estas mezclas no diluyeron la identidad negra, sino que la transformaron en una identidad resistente que adoptó elementos de ambos mundos: la organización comunal indígena y la espiritualidad africana.

En este contexto, los zambos misquitos jugaron un papel importante en las alianzas con potencias extranjeras, en la resistencia a los poderes coloniales internos y externos, y en el mantenimiento de una cultura ribereña profundamente viva.

VI. Invisibilización, Resistencia y Memoria

Martínez Montiel no cae en romanticismos. Deja claro que todos estos pueblos han sufrido discriminación estructural, exclusión del sistema educativo, represión religiosa, y olvido institucional. Sus lenguas son vistas como extranjeras, sus fiestas como paganas, sus cuerpos como sospechosos.

Pero también visibiliza la resistencia diaria: las abuelas garífunas enseñando el idioma en casa; los jóvenes creoles fundando radios comunitarias; los afroantillanos panameños defendiendo su historia en el aula y el archivo. La lucha afrocentroamericana no es un mito: es un proceso vivo de memoria y dignidad.

Conclusión: Nación Negra Viva

Este ensayo no habla de folklore ni de “aportes culturales”. Habla de pueblos vivos, con nombre y con rostro. Habla de los Garífunas, Creoles, Afroantillanos, Zambos y otros tantos hermanos del mar, del monte y del machete, que desde hace siglos tejen una Centroamérica más negra, más profunda y más verdadera.

Como dice Tata Moshe Mano Izquierda:

“Los mapas mienten cuando no dibujan el alma. Y Centroamérica sin su negritud, es una mentira cartográfica”.



Aquí tienes una selección de imágenes históricas que ilustran la presencia y resistencia afrodescendiente en Centroamérica:


1. Primeros garífunas formando comunidad – Esta antigua imagen captura el momento de fundación y asentamiento en las costas caribeñas, simbolizando su mezcla cultural y su identidad firme desde los albores .



2. Ritual Wanaragua o Jankunú – Danza guerrera garífuna que honra la memoria ancestral y las resistencias contra colonizadores, aún vigente en celebraciones navideñas .



3. Familia afro-panameña, alrededor de 1900 – Fotografía que muestra rasgos de comunidad y cotidiano de afrodescendientes en Panamá, fortaleciendo vínculos familiares y culturales .



4. Afro-nicaragüenses en Bluefields – Refleja rituales y festividades comunitarias, conservando tradiciones y lenguaje creole en la costa atlántica nicaragüense .





---


📸 Interpretación visual y fortaleza cultural


Estas imágenes no son meros documentos; son testimonios vivos de pueblos que, a pesar de tragedias como la esclavitud, las deportaciones o el abandono estatal, han sostenido:


Razas que construyeron comunidad: Los garífunas, mestizos de África y pueblos caribeños, semilla cultural en Honduras, Guatemala y Belice.


Lenguas que no se olvidan: El creole inglés en Nicaragua y Panamá, hablado desde la costa en puertos y hogares.


Música y rituales que no se privatizan: El Wanaragua enraizado en la dignidad colectiva garífuna.


Familias y vecindarios en Panamá: Afrodescendientes que adoptaron roles centrales en la construcción del Canal, naciendo barrios, escuelas, iglesias y radios comunitarios.




---


El poder de la imagen en la memoria colectiva


La historia negra en Centroamérica se sostiene sobre estas imágenes. No sólo representan rostros, sino una continuidad cultural y de organización comunitaria:


Los garífunas no son folklore: son una nación cultural con lengua, tambor, rituales, y una defensa política de su territorio.


Las comunidades creoles y afro-antillanas forjaron puertos, calles, sinagogas protestantes, y redes de autoayuda frente a la exclusión estatal.


Los obreros del Canal, en su mayoría africanos del Caribe, migrantes valientes que construyeron visión, resistencia y supervivencia frente a sistemas salariales segregados .




En aguas rebeldes: afrodescendientes, piratería y resistencia en el Caribe continental

En aguas rebeldes: afrodescendientes, piratería y resistencia en el Caribe continental Por Tata Moshe Mano Izquierda Las costas ...