jueves, 5 de junio de 2025

Tercera Raíz México


La tercera raíz afrodescendiente en México
Por Tata Moshe Mano Izquierda 

Desde los primeros contactos coloniales, la población africana esclavizada fue incorporada a México bajo el dominio español. Aunque su presencia a menudo fue silenciada, los africanos y sus descendientes aportaron elementos culturales que hoy se reconocen como la “tercera raíz” de la identidad mexicana. Por ejemplo, los esclavos africanos traídos a Nueva España y sus descendientes libres contribuyeron con música, danzas, gastronomía, lenguas y luchas sociales que se han entretejido con las raíces indígenas y europeas del país. Para entender esta herencia, es necesario revisar los principales hitos históricos, sociales y culturales desde la llegada de los primeros esclavos hasta la actualidad.

Esclavitud africana en la Nueva España

Desde el siglo XVI México recibió un flujo constante de esclavos africanos traídos por la Corona española para sustituir a la población indígena local en las minas, haciendas y plantaciones. Se estima que entre 1520 y 1810 arribaron por puertos como Veracruz, Campeche y Acapulco cerca de 250,000 personas de origen subsahariano. Fueron enviados a trabajar en ingenios azucareros, minas de plata, haciendas ganaderas y labores domésticas por todo el territorio (desde Coahuila hasta Yucatán). Las condiciones de servidumbre eran extremadamente duras, lo que provocó que muchos esclavos escaparan y formaran comunidades cimarronas (o “palenques”) en regiones remotas (sierras, selvas y costas) para subsistir fuera del control colonial. Estas fugas y rebeliones generaron alarma en la Corona, que persiguió a los cimarrones con expediciones militares, pero también llegó a negociar treguas que reconocían la libertad de algunos grupos rebeldes. En este contexto surgieron varios levantamientos de esclavos, entre los cuales la rebelión liderada por Gaspar Yanga se convirtió en la más emblemática de la Nueva España.

Gaspar Yanga y el primer pueblo libre

Gaspar Yanga fue un esclavo africano originario de la región de Gabón (nación Bran), llevado cautivo a Veracruz en 1579. Junto con otros africanos fugitivos se refugió en los montes de la sierra de Zongolica, donde organizó por décadas una comunidad cimarrona. Durante más de 30 años Yanga fungió como autoridad civil y política de esa comunidad mientras otro líder militar, Francisco de la Matosa, dirigía la defensa armada. En 1570 Yanga había establecido ya el asentamiento de San Lorenzo de los Negros cerca de Córdoba (Veracruz). En 1609 los cimarrones de Yanga resistieron con éxito un ataque enviado por el virrey Luis de Velasco. Ante la imposibilidad de someterlos militarmente y por el costo económico de su insurrección, en 1610 el virrey negoció con Yanga una tregua. El acuerdo estableció la libertad e independencia del grupo rebelde, la fundación de un pueblo propio y la obligación para Yanga de devolver esclavos fugados (aunque esa última condición no se cumplió del todo). El pueblo de San Lorenzo (llamado también Negros Libres o San Lorenzo de Cerralvo) fue legalizado oficialmente hacia 1640. Posteriormente, ese poblado sería rebautizado Yanga en honor a su líder. Por su hazaña, el propio Yanga fue nombrado “héroe nacional” y “primer libertador de las Américas”.

La rebelión de Yanga no fue la única, pero sí fue la más exitosa del período colonial, al conseguir establecer un pueblo libre de exesclavos. Desde entonces, la figura de Yanga simboliza la resistencia antiesclavista en México. Es relevante señalar que incluso algunos héroes nacionales posteriores (como José María Morelos, Vicente Guerrero o Lázaro Cárdenas) tenían ascendencia africana, lo que ilustra la mezcla étnica en los procesos independentista y revolucionario.

Invisibilización histórica

A pesar de su contribución, la historiografía mexicana tradicional borró en gran parte la presencia africana. Durante siglos el relato oficial se centró solo en el mestizaje indígena-europeo, ignorando la “tercera raíz” afrodescendiente. Como señala la investigadora Velázquez Iturralde, muchos México “ignoró” y “rechazó” la herencia africana durante largo tiempo. Este olvido quedó reflejado incluso en la ausencia de cualquier referencia a los afromexicanos en las constituciones y en los censos nacionales hasta fechas recientes.

Ese silencio histórico ha tenido consecuencias sociales profundas. Los afrodescendientes en México sufren racismo estructural y desigualdades. Por ejemplo, su tasa de analfabetismo ronda el 15.7%, casi tres veces mayor que el promedio nacional (5.5%). El CONAPRED señala que los derechos más frecuentemente violados contra este grupo son el trato digno y la igualdad de oportunidades, siendo el color de la piel la causa principal de discriminación. Por ello las organizaciones civiles demandan insistemente una reparación de la “deuda histórica” de invisibilidad. Tal como lo subrayó la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX, el reconocimiento constitucional de los afromexicanos en 2019 buscaba “subsana[r] la deuda de invisibilidad y exclusión que han enfrentado por más de 400 años”. Ante este escenario, líderes comunitarios y activistas han levantado la voz para exigir que la “tercera raíz” sea finalmente visible en la identidad nacional. Por ejemplo, la investigadora afromexicana Doris Careaga comentó cómo al llegar a Xalapa (Veracruz) la gente asumía que ella era extranjera (cubana o brasileña), preguntándose: **“¿por qué no me ven cómo mexicana?”**. Este tipo de testimonios revela la necesidad de reconocer públicamente la herencia africana en México.

Contribuciones culturales

 La Danza de los Diablos en Guerrero es un ejemplo emblemático de herencia cultural afromexicana: originalmente era un ritual vinculado al dios africano Ruja, al que los esclavos pedían libertad y protección. Esta tradición, practicada cada octubre en comunidades de la Costa Chica, ilustra la fusión de culturas. Otras expresiones musicales de esa raíz incluyen La Chilena (un son jarochero de Oaxaca que trajeron marineros chilenos con influencias africanas), así como diversos bailes regionales como el Toro Huaco. En conjunto, estas manifestaciones artísticas muestran cómo la herencia africana se ha integrado en el folclor mexicano.

Gastronomía: Ingredientes y técnicas culinarias de origen africano están presentes en la cocina tradicional. Durante la ruta del comercio esclavista se acostumbraba alimentar a los cautivos con arroz y plátano (había en África), lo que llevó al cultivo de estos productos en Nueva España. De hecho, platillos costeros como el mogo mogo veracruzano (de plátano macho) son muy semejantes al mofongo caribeño. Asimismo, guisos de arroz ahumado –por ejemplo el “arroz colorado” de Tamiahua (Veracruz)– guardan similitudes con preparaciones afroamericanas como el jambalaya de Luisiana. El uso frecuente de frituras y ahumados en la cocina mexicana también se atribuye a técnicas traídas por los esclavizados.

Lenguaje: Se conservan vocablos de origen africano en el español coloquial. Por ejemplo, “cafre” (persona imprudente al volante) deriva del bantú kápuru, “chamba” (trabajo) proviene de la palabra changa, y bamba (como en la canción veracruzana) alude a un término de tribus del Congo. Estas palabras, presentes en distintas regiones de México, son vestigios lingüísticos de aquella herencia.


En suma, la “tercera raíz” está viva en muchas expresiones culturales mexicanas. A través de la música, la danza, la comida y el lenguaje, la influencia africana enriquece la identidad mexicana, aun cuando durante mucho tiempo fue desconocida. Como advierten algunos estudiosos, la realidad de México es «mucho más diversa» que el simple binomio indígena‑español: nuestra tercera raíz merece ser reconocida como igualmente preciosa y enriquecedora.

Población actual y movimientos sociales

Hoy en día las comunidades afromexicanas suman un porcentaje pequeño de la población (alrededor del 1-2%), pero son activas en preservar su identidad. Geográficamente se concentran en la Costa Chica (Guerrero y Oaxaca) –municipios como Cuajinicuilapa, Ometepec o en la región de Jamiltepec–, así como en zonas dispersas de Veracruz, Chiapas, Michoacán y otros estados. De acuerdo con el INEGI, el 1.16% de la población total (unos 1.5 millones de personas) se identificaba como afromexicana en 2015. Sin embargo, en el Censo 2020 –por primera vez con pregunta explícita– ese número se duplicó: 2,576,213 personas (2.04% del país) se autorreconocieron como afrodescendientes.

El reconocimiento social ha ido acompañando a la movilización política. A lo largo de las últimas décadas surgieron organizaciones civiles y colectivos que visibilizan la cultura afromexicana (por ejemplo, Huella Negra, Xine Wara Yala, etc.) y que luchan por derechos plenos. En 2015 las Naciones Unidas declararon el Decenio Internacional de los Afrodescendientes (2015-2024), impulsando que México incorporara temas afromexicanos en su agenda. En ese marco el INEGI incluyó la pregunta sobre la “tercera raíz” en la Encuesta Intercensal 2015. Además, integrantes de las comunidades afromexicanas participan ya en foros internacionales: en 2025 México intervino en el Cuarto Período de Sesiones del Foro Permanente de Afrodescendientes de la ONU, donde se reafirmó el compromiso con una “justicia reparadora” para estas poblaciones.

Reconocimiento legal y constitucional

Los movimientos por el reconocimiento culminaron en reformas jurídicas recientes. El 14 de agosto de 2019 el Congreso de la Unión aprobó modificar el Artículo 2° de la Constitución mexicana para incluir un Apartado C dedicado a los pueblos afromexicanos. La nueva redacción reconoce a los “pueblos y comunidades afromexicanas” como parte de la composición pluricultural de la nación. Este cambio histórico fue celebrado como un paso para consolidar su identidad: la Secretaría de Cultura señaló que reconocerlos significa “celebrar la diversidad étnica y cultural que conforma México” y valorar su pertenencia al país.

A nivel estatal y local ya había antecedentes: Veracruz fue la primera entidad en incluir a las comunidades afrodescendientes en su Constitución local (2015), seguida de Oaxaca, Guerrero y Ciudad de México. Más recientemente, en 2024 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Catálogo Nacional de Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas, un instrumento oficial que identifica y garantiza los derechos colectivos de dichas comunidades. De esta manera, tras siglos de invisibilidad, el marco legal mexicano reconoce explícitamente a la “tercera raíz” dentro de su identidad nacional.

Cronología de hitos clave

Año Evento clave

Siglo XVI Llegada masiva de africanos esclavizados a Nueva España (se calcula ~250,000 entre 1520-1810).
1570 Gaspar Yanga funda el primer pueblo libre cimarrón en San Lorenzo (Veracruz).
1609 Los cimarrones de Yanga resisten con éxito un ataque del virrey de la Nueva España.
1610 Se acuerda tregua: se reconoce la libertad de los esclavos rebeldes y se crea oficialmente el pueblo de San Lorenzo de los Negros.
1640 Legalización formal del pueblo de Negros Libres (San Lorenzo), antecedente de luchas independentistas.
1821 Consumación de la Independencia de México; se abolió el sistema de castas colonial y, en la práctica, la esclavitud.
1932 El municipio de San Lorenzo de los Negros (Veracruz) es renombrado Yanga en honor a Gaspar Yanga.
2015 ONU proclama el Decenio de los Afrodescendientes (2015-2024) y por primera vez el INEGI incluye pregunta sobre afromexicanos (población: 1.38 millones).
2019 Reforma constitucional: el Artículo 2° (Apartado C) reconoce a los pueblos afromexicanos como parte de la pluriculturalidad de la nación.
2020 Censo nacional: 2,576,213 personas se autorreconocen afromexicanas (2.04% del país).
2024 Publicación en el DOF del Catálogo Nacional de Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas, consolidando legalmente su reconocimiento.


Cada uno de estos hitos –desde la fundación del pueblo libre de Yanga hasta las reformas constitucionales de hoy– refleja el largo proceso de presencia, cultura y lucha de la comunidad afrodescendiente en México. Pese a la invisibilización histórica, la “tercera raíz” sigue viva en el país y avanza en su reconocimiento oficial, cerrando brechas históricas y enriqueciendo la identidad nacional.

Fuentes: Estudios históricos y artículos periodísticos académicos sobre afrodescendientes en México, así como datos oficiales del INEGI y comunicados gubernamentales recientes. Estas fuentes documentan la cronología de eventos, la situación socioeconómica actual y la movilización política de los pueblos afromexicanos, brindando una visión integral de su historia e impacto cultural.


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